Como profano en gastronomía, mi primera aproximación a este mundo ha supuesto encontrarme con diferentes tipos de aficionados a la misma que, si bien comparten algunas características en común, difieren en otras lo que permite establecer ciertas categorías.
Atendiendo a la cantidad
Si nos centramos fundamentalmente en este criterio, nos encontramos en primer lugar a la figura del comilón: es aquella persona que mide el nivel de un restaurante por el número de platos a servir, y por la cantidad que ponen en cada plato. Su mayor placer culinario se da obviamente acudiendo a un buffet libre (en inglés “all-you-can-eat buffet”, frase que lo dice todo).
La siguiente figura presenta un nivel algo mayor de complejidad aunque sigue anclada todavía en el concepto de cantidad; a sus miembros los podríamos llamar acumuladores o coleccionistas. Les gusta alardear de ser los que han visitado más restaurantes, los que han probado más vinos, etc. Si se lanza al mercado un nuevo espumoso o se abre un nuevo local, allí los encontrará (con independencia de su nivel…)
Foco en la calidad
Si por el contrario ponemos el foco en la calidad encontramos el gourmand, el gourmet y el sibarita. El gourmand disfruta de la buena comida y la buena bebida, pero es capaz de reconocer esa calidad en platos tanto sencillos como sofisticados (sin que necesariamente tengan que ser los más caros o exóticos).
A Jean Anthelme Brillat-Savarin, creador del primer tratado sobre gastronomía, se le atribuye la frase “la Gourmandise es enemiga de cualquier exceso”.
Gourmet es una palabra de origen francés que la Real Academia Española (RAE) traduce como “gastrónomo”, y que significa “persona entendida en gastronomía o aficionada a las comidas exquisitas”.
En Francia se utilizaba para denominar a los inspectores oficiales de vinos, que se encargaban de catarlos. Con el tiempo los nuevos ricos comenzaron a utilizarla para designar a la persona entendedora de vinos para más tarde aplicarse a aquellas personas que conocen y prefieren sólo los platos más selectos y costosos.
Por tanto, es la calidad de los ingredientes y su forma de preparación lo que determinará que un plato sea considerado gourmet o no.
¿Qué diferencia entonces un gourmand de un gourmet? Pues que un gourmand disfrutaría de un plato de calidad pero sencillo tanto en sus ingredientes como en su elaboración, mientras que el mismo plato no llamaría la atención de un gourmet.
Sibaris fue una ciudad de la Magna Grecia cuyos habitantes eran reconocidos por su inclinación al lujo y al ocio. Era tal el refinamiento de los sibaritas que incluso presumían de que sus caballos de guerra bailaban al son de la música.
Y ésto fue el fin de la ciudad: cuando entró en guerra con la vecina Crotona, los músicos de ésta tocaron sus instrumentos en plena batalla, haciendo que los caballos de los sibaritas se pusieran a bailar, ganando así la guerra.
Así pues se define sibarita como aquella persona de gustos refinados e inclinada al lujo.
Pero el rasgo que distingue al sibarita de los demás es que su placer lo obtiene del consumo, uso o posesión de ciertos bienes que son raros, exclusivos, que están al alcance de muy pocas personas (y por tanto normalmente de alto valor, aunque no siempre).
Aquí lo relevante es esa sensación subjetiva de poder acceder a un lujo que muy pocas personas disfrutan. Por ello los sibaritas valoran el nivel de un restaurante por su precio y no hacen ascos a comer una especie en vías de extinción.
Por tanto la mayor diferencia entre un sibarita y un gourmet es que el gourmet buscará un plato selecto, mientras que el sibarita buscará un plato exclusivo.
Y en ésto apareció el foodie…
Esta palabra aparece por primera vez en 1984 en el libro “The Official Foodie Handbook” (El manual oficial para los foodies), de Paul Levy, Ann Barr y Mat Sloan.
(La Fundación del Español Urgente, FUNDEU, sugiere el uso del término “comidista”)
Pero, ¿qué es un foodie?
Pues un foodie sería un apasionado de la comida de una manera global, al que le interesaría el proceso culinario completo, así como todo lo relacionado con ello.
Es decir, a un foodie le gusta comer y beber fuera de casa, pero también aprender: aprender el origen de las recetas, conocer la cocina de otros lugares, adentrarse en los huertos, mercados y ultramarinos, compartir sus experiencias gastronómicas, etc
Al foodie le interesan las inauguraciones de restaurantes, las visitas a bodegas, las degustaciones de vinos, las últimas tendencias culinarias.
¿Qué diferencia un foodie de un gourmet? Un gourmet quiere comer la mejor comida, busca algo selecto y elaborado, mientras que un foodie quiere aprender todo lo posible acerca de la comida, tanto la exquisita como la común, así como de la ciencia, la industria y los personajes que rodean a la comida.
El movimiento foodie surgió en Estados Unidos como respuesta a los menús ofrecidos por las cadenas de comida rápida. La aparición en televisión de chefs que recorrían el país ofreciendo las mejores recetas locales contribuyó en gran medida a su difusión, y posteriormente internet globalizó el fenómeno.
Muchos de los foodies además suelen cocinar; también suelen especializarse ya sea en un ingrediente, receta, técnica culinaria o tipo de restaurante concreto, y por supuesto les encanta compartir el plato que tienen delante a través de las redes sociales. Son frecuentes los blogs de foodies.
Se les suele tildar de “exploradores culinarios”, pues les encanta por ejemplo descubrir lugares nuevos en su localidad, o el restaurante concreto donde por ejemplo se cocinen los mejores huevos benedictinos de la ciudad.
El movimiento foodie se ha extendido gracias a las vacaciones; hablamos así del “turismo gastronómico”, consistente en hacer tours culinarios por diferentes ciudades y países ( Estambul, México DF, Shangai..o el barcelonés barrio de Gràcia), donde no sólo se buscan nuevos sabores, sino también historias, personas, tradiciones, sentimientos…pues se trata de conocer el lugar, no sólo a través de los ojos, sino también de su sabor.
Por Luis Miguel Ruiz Moreno
Foto: https://www.flickr.com/photos/kimberlykv/